A mediados de 1932, Diego Rivera fue contratado por Detroit Institute of Arts (DIA) para decorar las paredes del patio interior del Instituto, financiado por Edsel Ford (hijo del fundador de la Ford Motor Company). Así Rivera pudo plasmar su visión de la importante industria automotriz de la ciudad desde el punto de vista obrero, pues para él los proletarios eran el verdadero motor de dicha industria. Y de paso pudo hacerlo en el corazón mismo del capitalismo.